Poems

Cámper, Avielochan

La lluvia en el techo del cámper: un tambor de cuero, o
pájaros que bailan; y por la mañana,
las gallinas se acercan a los escalones del cámper, con piecitos de pluma,
buscando panceta, tal vez huevo.
Y entonces, ¡adivina! ¡QUÉ sorpresa! ¡La menstruación llega!
Tengo once años. ¡Once años! dice Claire Innes.
A algunas no les viene hasta los catorce. Qué suerte la tuya.
No le digas a tu hermano. Los hermanos no tienen que enterarse.
 
Y después, a la farmacia de Aviemore, en el Morris Minor,
a comprar las toallitas que según mamá son como pañales.
Qué decepción. ¡Nada que ver con pañales!
Qué sensible estoy. Vas a estar resensible;
es normal. En el cámper, en medio de la noche,
Claire se dio vuelta hacia mí, con las cortinitas bien cerradas,
la lluvia traca que traca contra el techo. ¡Lliiiiihhjt! ¡Lliiiiiihhjt!I
Hice un silencio sepulcral. Ni una palabra dije, ni una palabra.
Tienes un bosque allí, dijo Claire, bajito (¡ni un vello púbico tenía ella!);
entonces me ensartó la lengua en la boca hasta el paladar…
y nos besamos, nos besamos, nos besamos. De verdad.